Cuando el Alma Necesita Descanso

Cuando el Alma Necesita Descanso

Vivimos bajo el peso de un agotamiento colectivo. El mundo moderno nos exige estar siempre "conectados", siempre productivos, siempre avanzando. Corremos de una tarea a la siguiente, con la mente zumbando por las notificaciones y el corazón acelerado por la cafeína y la ansiedad.

Y cuando finalmente nos detenemos, el silencio nos resulta incómodo.

Lo irónico es que a menudo transferimos esta misma cultura de productividad a nuestra vida espiritual. Sentimos que, para ser "buenos cristianos", debemos hacer más: orar más tiempo, leer más capítulos, servir en más ministerios. Cuando nos sentimos agotados espiritualmente, nuestra primera respuesta es intentar con más fuerza, añadiendo más tareas espirituales a nuestra lista.

Pero a veces, el acto más espiritual que podemos hacer no es añadir algo más. Es detenernos.

A veces, el alma no necesita una nueva tarea; necesita permiso para descansar. El descanso no es pereza; es un acto de fe. Es una disciplina espiritual profunda. Descansar es creer que Dios sigue obrando incluso cuando nosotros paramos. Es soltar el control y confiar en que el universo no se desmoronará si dejamos de sostenerlo por una hora.

El Salmista entendió esta verdad profundamente. No dijo: "Lucharé y luego dormiré". Dijo:

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” (Salmos 4:8, RVR1960)

El descanso del que habla la Biblia no es solo la ausencia de actividad; es la presencia de paz. Es un descanso que nace de la confianza. Es la calma que experimentamos cuando dejamos de luchar con nuestras propias fuerzas y nos permitimos ser sostenidos por las Suyas.

¿Cómo se ve este descanso en la práctica?

Quizás se ve como apagar el teléfono una hora antes de dormir. Quizás es sentarse en silencio por diez minutos sin pedir nada, solo respirando. Quizás es decir "no" a un compromiso, aunque sea bueno, para proteger tu paz. Quizás es, literalmente, dormir, confiando en que, mientras duermes, Dios está trabajando en tu favor, renovando tus células, sanando tu mente y guardando tu corazón.

Si te sientes agotado, no te sientas culpable. Escucha tu cuerpo y tu alma. No necesitas más esfuerzo; necesitas más confianza. Libera el peso de tus hombros y recibe el regalo del descanso. En la quietud, encontrarás la fuerza. En la paz, encontrarás Su presencia.